
Gracias por venir esta mañana de Tu Bishvat, día del año nuevo del árbol, a compartir con el Centro de Estudios Sefardíes de Caracas esta cosecha literaria que como un árbol de casi trescientas hojas impresas representa la novela de mis amigos, Isaac Nahón y Méyer Magarici, que aparece con el título de La Conjura del Esplendor.
Antes de hablarles de las páginas de La Conjura…, permítanme presentarles a sus dos autores.
En los pupitres de
la universidad católica Andrés Bello, entre citas de Umberto Eco y el proyecto
Ratelve, conocí a Isaac Nahón Serfaty, cuando cursábamos cuarto año de
Comunicación Social, mención Prensa, en octubre de 1984. Ya en esa época,
dirigía el periódico de la comunidad judía, Nuevo Mundo Israelita, y destacaba
en clases no solo por su innegable inteligencia, sino también por una cierta
impertinencia, que lejos de molestar, producía admiración. Nuestra amistad se
inicia formalmente un día en que tuvimos que hacer juntos un trabajo de
Periodismo especializado en religión y tuve que ir a su casa, donde conocí a
sus padres, Rut y Jacob Nahón, de bendita memoria, y luego lo acompañé a
Hebraica a la cobertura de la Hilulá de Ribí Shimón Bar Yojái, día que fui
recibido por Rutita con un abrazo y una fotografía del recordado rabino, que
hasta el día de hoy guardo en mi cartera. Desde entonces y hasta hoy, los Nahón
Serfaty son la fuente primaria por la que conozco el judaísmo marroquí, sus
comidas, su folclore y tradiciones. De la mano de Isaac, entré en 1986 a Nuevo
Mundo Israelita como redactor a medio tiempo, lo que, con el pasar de los años
se ha convertido para mí en una ocupación, y disculpen que me la abrogue, de
cronista de la comunidad judía de Venezuela a tiempo completo.
Isaac se encuentra
desde hace mucho tiempo fuera de Venezuela y en la actualidad dirige el
departamento de Comunicación Social de la Universidad de Ottawa en Canadá. No
obstante, sigue acompañándonos desde sus columnas sobre la realidad venezolana
en El País, Runrunes o NMI.
A la mesa de los
Nahón, precisamente también conocí al doctor Meyer Magarici, cuando comenzó a
frecuentar a Simi, la hermana de Isaac, con fines matrimoniales. El “rumano”
trajo a la sobremesa inquietudes médicas, que hicieron buenas migas con la
hipocondría de Isaac, y discusiones ricas que revelaban la multiculturalidad
del pueblo judío. De él capté enseguida
el humor cáustico askenazí y una vocación por la escritura que, aunque enfocada
hacia la divulgación de las buenas prácticas pediátricas y de consejos para la
madre ante los cólicos y los vómitos de sus infantes, por medio de su revista y
luego página virtual tupediatra.com, lo que no deja de entrelazarse con la
literatura, pues en toda persona que usa las palabras como un medio de vida hay
sembrada ya la estaca de la que surgirá, tarde o temprano, la necesidad de
discurrir por los caminos de la literatura. Al médico, comerciante y
comunicador en el área de la salud, se añade esta nueva faceta.
En marzo de 2015,
Magarici envió una colaboración para la revista Maguén-Escudo que hablaba sobre
la historia de la familia Nahón en España y Tetuán, la cual apareció en el
número 174 de nuestra publicación. Lejos estaba yo de sospechar que ese
artículo, que Magarici dedicaba a las raíces de su hijo David, iba a florecer
en el día del árbol del año 5777 como una novela híbrida, cosmopolita, donde
confluyen la investigación histórica con la ficción, las novelas caballerescas,
como aquellas del Amadís de Gaula o de Perceval buscando el santo Grial, y que
algunos ya han empezado a comparar con El Código DaVinci, con la prensa de hoy
en día que muestra el horror de las cabezas cortadas por los fanáticos
religiosos de Isis y las amenazas de los ayatolas contra el pequeño Estado de
Israel.
La Conjura del
Esplendor, una novela escrita a dos manos o a cuatro –si tomamos en cuenta de
que ya no hay plumas sino teclados de computadoras–, está construida con la
vieja técnica cinematográfica de los relatos paralelos con final de último
minuto, y con la excusa de la búsqueda del hoshen, el peto del Sumo Sacerdote
del Templo de Jerusalén, nos acerca a personajes históricos como Juan de
Giscala, Yehudá Haleví, Fermosa, la amante judía del rey don Alfonso, Cristóbal
Colón, Fernando de Rojas y Tomás de Torquemada, en un viaje que va desde las
catacumbas de los cruzados en Jerusalén hasta el incipiente villorrio que Colón
levantó en la costa norte de Haití con los restos de la Santa María.
Judíos, marranos,
cruzados e inquisidores entretejen, como un árbol injertado, una historia con
espías del Mosad, investigadores académicos norteamericanos, imanes chiítas
iraníes y terroristas durmientes del Estado Islámico, en un juego que nos hacen
creer que la Edad Media ha vuelto, con su oscurantismo y fanatismo, solo que
volvió con otro nombre: la Edad de los Medios, que nos enceguecen con un
esplendor que se ha conjurado hasta hacer desaparecer todo vestigio de
racionalidad.
El Centro de
Estudios Sefardíes de Caracas saluda a La conjura del esplendor y se
enorgullece haber contribuido a darla a conocer al público venezolano como un
ejemplo de que, aun los momentos más difíciles de su historia, el pueblo judío es
capaz de seguir produciendo, seguir escribiendo, seguir creyendo en las
palabras y en su poder transformador del futuro.